lunes, 27 de febrero de 2012

No tengo ganas de escribir.

Y por lo tanto, no escribo.
La Universidad se está comiendo mi vida, mi tiempo libre, mis ganas de todo. Apenas tengo unos minutos en la parada del autobús, entre trasbordo y trasbordo, para ensayar unas torpes notas con la armónica. Para dejar de lado todo lo impuesto sin imponer. Todo lo que hago por el mañana y que en el exterior, me mata y me destroza.
Pero por dentro, muy en el fondo, me la las fuerzas. Porque va con vistas a un mañana. Rusia, Irlanda, Islandia - a ver la aurora boreal, claro -, Nueva York, Alaska, Jamaica - me deben un viajecito allí-, Hawaii, Nueva Zelanda, Australia - ¡siempre he querido pasar un tiempo en un rancho australiano! A lo cowgirl. Y ver la Gran Barrera de Coral -, la India, Egipto, Grecia, y para acabar, la Toscana.
Por todo eso, sigo adelante. Sin ganas de escribir, ni de salir de la cama. Pero aún así, saco fuerzas de donde no las hay. Porque sabemos que vale la pena.

domingo, 26 de febrero de 2012

La catedral

Plumas. Plumas y hojas de otoño en el aire; esas son las imágenes que tengo en la mente ahora mismo. Plumas negras, de cuervo o de ángel caído, y hojas rojas de otoño, revoloteando entre las esbeltas columnas, las ventanas sin vidrieras - como ojos ciegos -, los arcos blancos, destrozados como dientes partidos.
Fuera, el mar embiste furioso, estrellándose contra las rocas, tratando de enredar lo más lejano de su cuerpo con el cielo negro y gris. Dentro, solo se oye un rumor continuo, como un gruñido bronco, amenazador, vano. El mar solo logra lanzar contra la catedral su frío húmedo, que cala en los huesos.
La catedral que otrora fue blanca, ahora es negra y gris, quemada, y roja de sangre. Todas las tumbas del suelo están abiertas, los huesos viejos yacen en el suelo, en extraña armonía. Los huesos de los ricos, de los poderosos, arrojados al polvo. En cambio, los huesos de la plebe siguen durmiendo en contacto con la tierra y bajo el cielo abierto, bajo sus lápidas baratas. Porque no hay nada que robar en la tumba de un campesino.
Los huérfanos, los hijos de la guerra y del odio, llegaron a la catedral como si hubieran olido la muerte de los sacerdotes. Los más mayorcitos desvalijaron los cadáveres, abrieron las viejas tumbas y huyeron como endemoniados, llevándose consigo el aliento de la peste. Los pequeños hicieron suyas las viejas piedras, durmieron en altares y bancos, incendiaron la catedral en un intento por escapar del frío húmedo del océano. Ninguno escapó del fuego, y sus huesos tiernos se unieron a los viejos.
La catedral es refugio de la muerte y la desgracia. Los cuerpos se pudren sobre los bancos abrasados, y los cuervos picotean la carne ya cocinada, con macabro deleite. Sus garras y picos arrancan, arañan y desgarran, pero las plumas que dejan atrás son una caricia tranquilizadora.
La catedral, negra y gris, sigue en pie. Se cierne sobre los acantilados de la isla que una vez fue sagrada, como un pájaro de mal agüero. Aguarda. Acecha. Sus entrañas están sedientas de sangre nueva, huesos nuevos.
Más allá de la Isla de las Tormentas, más allá del océano y la desolación, la guerra continúa, el Sol y la Luna se enfrentan en singular combate.
Y en la isla, la catedral aguarda, con el abismo abierto, amenazante.

martes, 7 de febrero de 2012

Azogue.

Puedes darle una, diez, cien, mil vueltas. Y cuando acabes de dárselas, estarás exactamente donde empezaste.
No importa cuantas vueltas le des al mundo. Al final estarás otra vez en el lugar del que partiste. Y por mucho que te empeñes, por mucho que hayas cambiado y crecido por dentro, por muy lejos que hayas llegado, no puedes dejar atrás tus recuerdos. Nunca podrás dejar de ser quién eres.
Así que vuélvete y enfréntate a tus miedos. A eso que intentaste dejar atrás. Al dolor.
Por una vez en tu vida, sé valiente.
Mírate al espejo. Esos ojos no van a cambiar. Esos ojos siguen reflejando tu interior. Esos ojos te han visto llorar una y mil veces.
Sé valiente y sal de tu coraza. Déjate de tonterías y empieza a ser quien eras antes.
Porque, realmente, el verdadero valor consiste en sobrevivir.



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jueves, 2 de febrero de 2012

Dos de febrero; los errores...

... se pagan.
Y en consecuencia, me despido del blog durante mucho, mucho tiempo, o al menos hasta este verano. Lo siento por los que estéis siguiendo Panóptico, o tengáis algún interés en seguirlo. Pero tengo que ponerme en serio.
Hay cosas más importantes que yo misma. Un futuro decente, por ejemplo. Contigo.
Volveré en verano. 
Prometido.